El dos de noviembre de cada año por ser nuestro país mayoritariamente católico se "celebra" una fiesta muy particular desde todo punto de vista, "el día de los Difuntos". Decimos celebra porque a pesar de conmemorar o recordar un evento tan doloroso como la muerte de un familiar, debido a la naturaleza rumbera del venezolano, el día adquirió toda la particularidad de una fiesta patronal. De esta forma podemos observar como desde la noche anterior se realizan vigilias en todos los cementerios, se hacen velaciones se reza y en las zonas rurales se hacen celebraciones con ingesta de alcohol y comida incluida. Esta singular actividad, no puede menos que darnos pistas del verdadero carácter del venezolano, el cual convierte un evento tan difícil como la muerte, en el motivo de una celebración. Este circunstancia tan positiva del ser humano, conocida como "reciliencia", no es tan común en los conglomerados sociales, son pocas las culturas que muestran dicha conducta en el mundo, lo cual nos hace una sociedad con rasgos optimistas y que difícilmente se sumergen en eventos negativos por largo tiempo. Es por ello, que al venezolano le cuesta tanto emigrar, esa sensación que las cosa están mal pero mejorarán no se consigue en cualquier lado, y menos una actitud positiva ante adversidades como se observa a diario en cualquier rincón del país. Venezuela en los actuales momentos no vive sus mejores días, sin embargo, y a pesar de tener razones de sobra, no existe mayoritariamente en el ciudadano de a pie sentimientos pesimistas arraigados, creo que eso es lo que sostiene en realidad al gobierno y no toda esa despilfarradera de recursos en políticas públicas erradas y populistas que durante 200 años no nos han servido para nada y que nos han sumido en una pobreza inexplicable para los expertos económicos.
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